Sacerdocio

Cristo es el Sacerdote de la nueva y definitiva Alianza sellada con su sangre. Los fieles cristianos participan del sacerdocio de Cristo por el bautismo (sacerdocio común), y algunos –de modo esencialmente diverso– en virtud del sacramento del orden (sacerdocio ministerial).

Por el sacerdocio común, los bautizados tienen la capacidad de convertir la propia vida en ofrenda a Dios, anunciando a Jesucristo y realizando la misión de la Iglesia.

El sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio bautismal. Garantiza que en los sacramentos sea Cristo quien actúa por el Espíritu Santo en favor de la Iglesia. El ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos.

Quien recibe el sacerdocio ministerial está llamado a realizar la misión de predicar la palabra de Dios, celebrar los sacramentos –principalmente la Eucaristía– y guiar a la comunidad.

Los sacerdotes ordenados reciben, por la imposición de las manos y la unción del Espíritu Santo, la capacidad de obrar en la persona de Cristo, cooperando así de modo particular en la misión mediadora de la Iglesia.

Fuentes: Const. Ap. Lumen Gentium n. 10-11; Decr. Presbyterorum Ordinis n. 2; Catecismo de la Iglesia Católica n. 1120

Voces relacionadas: CLÉRIGO, FIEL, ORDENACIÓN SACERDOTAL DE MUJERES, PRESBÍTERO

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