Cardenal Meisner: hay que enseñar que la Eucaristía es santa

En el año que ha transcurrido entre la primera asamblea del Sínodo sobre la familia y la que ahora se está desarrollando, en no pocas ocasiones ha sido noticia la Iglesia en Alemania, por los planteamientos realizados por algunos exponentes del episcopado de ese país. En los días pasados ha concedido una entrevista a un diario digital italiano el Cardenal Meisner, figura de gran relieve desde que fue elegido Arzobispo de Colonia por san Juan Pablo II, ahora emérito. Reproducimos algunas de sus respuestas, por el interés que tienen para una mejor comprensión de las cuestiones pastorales debatidas en torno al Sínodo de Obispos.
Eminencia, la Iglesia alemana parece particularmente interesada en resolver algunos problemas que se consideran vinculados a la praxis eclesial, como por ejemplo el acceso a la Eucaristía de los divorciados vueltos a casar. ¿Es un camino para la nueva evangelización?
«La posibilidad de permitir, en la praxis pastoral, el acceso a la comunión para los llamados divorciados vueltos a casar exige plantearse, antes que nada, la pregunta sobre la santidad de la Eucaristía. En teoría, para afrontar este problema, sería necesario proceder mediante una enseñanza profunda sobre la esencia de la Eucaristía. En Alemania, tenemos un “consumo eucarístico” sin precedentes y, sin embargo, casi no conseguimos ver los frutos en la vida de los fieles. La Eucaristía ha decaído y se ha convertido en un simple rito de pertenencia. Ya no se entiende como el encuentro con el Hijo del Dios vivo, que se ha dado a sí mismo para nosotros en la Santa Eucaristía. Por eso en Alemania el sacramento de la Penitencia casi ha desaparecido completamente, y ésta es la consecuencia de la pérdida de comprensión de lo que es la Eucaristía. Quien está lleno del misterio de la Eucaristía sabe por sí mismo que la Comunión eucarística presupone la unión indisoluble del matrimonio. El apóstol Pablo afirma, en referencia al matrimonio: “Este misterio es grande; lo digo en referencia a Cristo y a la Iglesia” (Ef 5,32)».
A propósito de matrimonio y familia: ¿la Iglesia está atrasada, o es que el corazón del ser humano está confundido?
«Se podría caracterizar el modo en que el matrimonio y la familia se viven en Alemania con una expresión atribuida a Martín Lutero: “El matrimonio es una cosa del mundo, como comprar y vender en un mercado”. Esa convicción se propone continuamente por parte de los medios de comunicación. Por ese motivo, parece como si la Iglesia en materia de matrimonio y familia perteneciera al pasado. Cuando las personas ven y escuchan la concepción que la Iglesia tiene del matrimonio y de la familia es grande la confusión, pero también el asombro. Muchos esposos se sienten sostenidos y agradecidos en su experiencia de vida, que se regula según el derecho natural y por tanto también según la enseñanza de la Iglesia».
La drástica caída del número de matrimonios religiosos, junto con el creciente número de divorcios, es un problema serio. En su contribución para el libro de los once cardenales, usted propone lanzar un reto educativo: ¿de qué modo?
«En Alemania tenemos un dicho: “Lo que no sé, no me mueve” (NdT: corresponde al refrán español: “ojos que no ven, corazón que no siente”). La mayor parte de los alemanes no conoce la dignidad y la santidad del matrimonio y de la familia; por eso no consigue estimar el valor que tienen para la propia vida, de modo que se termina siempre en catástrofes humanas. Un camino esencial para la curación es la “formación”. Cito de nuevo el dicho: “Lo que no sé, no me mueve”, que significa: “De lo que no conozco, no me puedo ni siquiera apasionar”. Una toma de conciencia de la realidad sacramental del matrimonio y la familia es un imperativo del momento presente. Debemos poner en marcha las fuerzas de la Iglesia para este importante servicio. Pienso, sobre todo, en los mismos esposos, que dan testimonio de su realidad vivida en público, en los medios de comunicación, de palabra y por escrito. Para eso hay que involucrar ampliamente a los medios de comunicación. Pero ya desde que son niños, en las escuelas católicas, es necesario prestar atención a la estructura familiar cristiana, enseñándoles el respeto hacia los padres y hermanos. Además, es necesario que en las diócesis haya cursos extensos de preparación al matrimonio, al menos de un año de duración. Junto a esto, se deberían instituir consultorios que ayuden a los esposos y a las familias en momentos de crisis y de dificultad. También la Iglesia, en su predicación, dentro y fuera de la liturgia, debería tratar del matrimonio y de la familia como fuente para la Iglesia y para el mundo. En este campo, hay tantas posibilidades como seres humanos. Que el Espíritu Santo estimule nuestra fantasía, para que no privemos a las personas de los altos valores del matrimonio y de la familia».
Fuente: entrevista completa en La nuova bussola quotidiana
Traducción de lexicon canonicum
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