Renuncia del Papa
El Romano Pontífice puede renunciar a su oficio en cualquier momento. Para que la renuncia tenga validez se requiere que sea libre y se manifieste formalmente –por escrito o de palabra–, pero no que sea aceptada por nadie. Es un caso particular de renuncia, en el que no necesariamente se sigue la normativa prevista para otros oficios eclesiásticos.
Aunque la norma no lo prevé explícitamente, se entiende que habrá una causa grave para este paso, que en cualquier caso queda a la decisión del Papa, y ni siquiera hay obligación de manifestar el motivo.
Las consecuencias de la renuncia del Papa, en cuanto al período de sede vacante y la elección del nuevo Pontífice, son similares a las del fallecimiento. Esta renuncia no puede ser revocada cuando ya es efectiva, pues el Papa emérito ya no tiene la potestad primacial para recuperar la jurisdicción.
En el caso de la renuncia del Papa Benedicto XVI en 2013, anunció públicamente su dimisión en un consistorio de cardenales. Al hacerlo, el Papa fijó el momento preciso en que ésta se haría efectiva, dándose inicio al período de sede vacante. También se estableció posteriormente que tendría el título de Papa “emérito”.
Fuentes: CIC c. 332 §2; Const. Ap. Universi Dominici gregis (22-II-1996) n. 77
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